Por suerte, he conseguido un sitio en el
primer vuelo de la mañana, así que he pasado la mayor parte de la noche en el
aeropuerto, paseando por la solitaria terminal. En cuanto me siento en el
avión, caigo rendida y duermo las tres horas del vuelo; esto no puede ser sano,
necesito descansar en condiciones, sin preocupaciones, tranquila. Sin embargo,
últimamente estoy encontrando los aviones casi como una segunda casa, me temo
que he acabado acostumbrándome a la fugaz sensación de velocidad al despegar,
que reconozco que es lo que más me gusta, por el resto es bastante aburrido.
No quiero ir justa de tiempo, aunque todavía queda bastante,
apenas ha amanecido, pero de todas formas quiero pasar un tiempo con él antes
de nada, una despedida por mi parte.
Tengo tantas llamadas perdidas en el móvil que parece que va
a estallar de un momento a otro, la pantalla está llena de notificaciones. La
mayoría son de Alex, por supuesto, y es obvio teniendo en cuenta que salí de
casa por la mañana sin decir nada y no ha recibido noticias de mí; aunque
también hay bastantes de números diferentes que reconozco de la policía,
seguramente para concretar lo de dentro de unas horas. Sé que puedo hacerlo,
tengo que pensar en ello. Van a movilizar un equipo de asalto 'por mi propia
seguridad', pero creo que lo hacen para la prensa, que no dudo que aparecerá
justo en el momento preciso para captar todas las imágenes. Si no están allí
ya.
Antes de que suene de nuevo, decido llamar yo. Alex cederá
ante cualquier cosa que diga, y más si ha estado preocupado este tiempo, así
que pienso rápidamente a quién decírselo y sólo un nombre me viene a la cabeza:
Amy. Marco su número y me responde casi al primer tono. No hay duda de que lo
estaba esperando.
¾ ¡Alice!
¡Por fin! ¿Se puede saber qué haces en Nueva York? —a pesar de su voz parece
más despierta de lo que pensé— ¿No se te ocurrirá...?
¾ No,
acabo de aterrizar en Miami, tranquila. Fui al hospital y quería ver a mi
hermano, ante lo que pueda pasar —algo me dice que si impido el arresto, o lo
intento, habrá una ''bala perdida'' que acabe en mi cuerpo.
¾ ¿Estás
bien?
¾ Sí,
bueno, tú tenías razón —suspiro.
¾ ¿Qué
vas a hacer? —responde tras unos segundos de silencio en los que seguro, estaba
procesando la información. Tengo el teléfono pinchado, así que no podemos
hablar libremente.
¾ No
lo sé. De momento, acabar con esto, después ya veré.
¾ ¿Quieres
que vaya a por ti? Porque estás en el aeropuerto, ¿no?
¾ Cogeré
un taxi a casa, tengo que preparar el terreno antes —y evitar que sospeche.
¾ Como
digas. Recuerda, a las doce en Brickell Bay Club Condominium.
¾ Nos
vemos.
¾ Estás
haciendo bien, Al. Es lo correcto.
No quiero escuchar más. Cuelgo el teléfono y lo aprieto
tanto por la rabia e impotencia que se me clava en la piel, dejándome marca en
los dedos. No lo puedo evitar, me enfurece todo esto, me han obligado a estar
de nuevo con él, casi a enamorarme —aunque tampoco necesito que nadie me anime
a eso— y definitivamente hacer que él se sintiera así, para ahora tirarlo todo
a la basura en lo que dure la supuesta detención, que si lo hacen bien no pretenden
que sea más de cinco minutos. Duele de verdad, y si no tuviera tanto miedo por
lo que pueden hacerme, me rebelaría contra todos. Pero ahora, después de
enterarme de que no sólo tengo que velar por mí misma, sino por alguien más,
completamente indefenso y dependiente de mí, debo calmarme y pensar con
frialdad qué será lo mejor para ambos; y desde luego no es enfrentarme al
Gobierno. Odio esto. ¿Por qué no tuve más cuidado? ¿Por qué me dejé llevar?
¿Por qué no me rebelé antes e impedí enamorarme?
Siento cómo la rabia me consume poco a poco mientras ando
por el aeropuerto, sin estar segura de lo que hacer. Desde luego que quiero
verle, pasar el máximo tiempo posible, pero no podría mirarle a los ojos sin
derrumbarme conociendo lo cerca que está el fin. Aunque bueno, él de una manera
u otra ha sido mi fuerza tantas veces que puedo permitirme que me controle una
vez más, no tengo nada que perder siempre y cuando tenga consciencia del tiempo
lo mínimo para no llegar tarde. Tampoco prometo nada.
Cojo un taxi que me lleva un par de casas más alejada de la
suya, tampoco es que importe ya demasiado, pero prefiero que su dirección siga
siendo algo secreto hasta que la policía la registre esta tarde. Fue una de las
condiciones: no les diría nada hasta que se hubiera terminado, no quería
arriesgarme a verles rondando por allí, especialmente porque mi vida se vería
bastante afectada. Tan sólo lo sabe Amy, y fue porque era estrictamente
necesario poner los micros mientras nosotros estábamos fuera, si no hubiera sido
por eso, yo continuaría siendo la única con esa información tremendamente
valiosa.
Voy andando hasta la casa, custodiada por los guardias de
siempre, que me reconocen e incluso algunos saludan. A modo de rutina, uno de
ellos me acompaña desde la entrada de la propiedad hasta la de la casa, y allí
me deja a solas. No sé si algún día me hubiera acostumbrado, supongo que sí,
igual que lo he hecho con el resto de cosas: para el servicio soy casi tan
propietaria como lo pudiera ser Alex, me respetan y obedecen sin rechistar
cuando comento cualquier tontería como que tengo hambre —estoy segura de que el
verdadero propietario se lo dejó claro en cuanto puse un pie en la casa—, y me
dejan vagar cuando me aburro, cosa que no podría siquiera soñar hace unos
meses; puedo estar donde quiera —excepto las zonas que específicamente me
indicó Alex que ''sería mejor que no pasara'', pero ya he conseguido colarme
varias veces y no son gran cosa, tan sólo unos almacenes con armas y droga,
aunque reconozco que para la policía sería una prueba más que concluyente, por
lo que prefiero que siga pensando que no sé lo que hay en vez de zafarme de la
sobreprotección, como suelo hacer.
Entro en la habitación intentando que no se despierte, tiene
la ropa del día anterior tirada por el suelo, especialmente la camisa y
corbata, que están hechas una bola a los pies del armario, lo que me dice que
seguramente las haya lanzado contra éste en un ataque de rabia. A veces le
pasa, se frustra y lo paga con lo primero que tiene a mano, en este caso
lanzando la ropa. Estoy más que segura que ha estado buscándome, el teléfono
está a plena vista —siempre suele estar guardado en algún cajón— y sin batería,
hay papeles también en el suelo, posiblemente caídos de la cama y el pelo
completamente seco, por lo que no se ha duchado antes de acostarse; por la
postura, se habrá quedado dormido a las tantas de la noche, revisando los
mismos papeles del suelo, en contra de su voluntad.
Verle así me hace sentir mal, le he hecho preocuparse de
más, y no sé cómo se tomará todo esto cuando se entere. Por mi bien, espero que
sepa controlar su ira, aunque en el fondo prefiero que explote antes que verle
esa mirada de decepción y dolor que tanto temo. Reconozco que es egoísta, si
golpeara a algún policía se le sumarían cargos, pero si hay cosas en este mundo
por las que daría demasiado por no ver, una de ellas sería decepcionar o herir
a quien realmente quiero.
Me desvisto y me meto en la cama con cuidado de no
sobresaltarle. Hay algo en las personas dormidas que les hace vulnerables y te
impide herirlos, por supuesto no es el caso, pero sí me hace apartarle el pelo
de los ojos con ternura, suavemente. Él parece apreciar la caricia, pues esboza
una ligera sonrisa en sueños antes de despertarse y abrir los ojos poco a poco.
En cuanto me ve, susurra.
¾ Dime
que no es un sueño.
¾ ¿Un
día sin mí y ya te vuelves loco? —bromeo, pero se pone serio en seguida.
¾ ¿Dónde
te has metido? Llevo todo el día buscándote, no contestabas al teléfono... —se
incorpora sobre un codo y veo cómo se enfada progresivamente.
¾ He
ido a hacer un par de recados, y no, no podías venir conmigo.
¾ ¿Por
qué? ¿Es que no confías en mí?
¾ No
empieces otra vez, por favor —con un suspiro me quedo boca arriba, sin
mirarle—. He ido a ver a mi madre, estaba en el país por unas horas. Ha sido
repentino, lo vi en la televisión y fui. No sabía lo que estaba haciendo en
verdad hasta que me he subido al avión, ha sido una locura. Llevamos años sin
hablarnos, no sabía si podría hacerlo.
¾ ¿Y
cómo ha salido? —parece que el enfado comienza a pasársele, el tema de los
padres con él es tabú, un punto débil.
Modificar la verdad a mi manera se ha convertido en un
hábito que casi ni me doy cuenta de que lo estoy haciendo. No me importa darle
información, no podrá comprobar que lo que digo es cierto, y necesito
desahogarme. Puede que haya pasado más de un mes desde el reencuentro con mis
padres y el intento de reconciliación, pero todavía lo llevo como una carga que
podía ignorar con el trabajo, sin embargo, quiero compartirlo con él, necesito
hacerlo, se lo merece, conocer algo verdadero de mí, no sólo algo manipulado.
Espero que se quede con eso al final de todo, especialmente con que intenté ser
lo más franca que me permitía mi seguridad.
¾ Raro.
No acabamos bien, aunque hizo como si no hubiera pasado nada, me abrazó como si
me lo mereciera, como si no importara todo lo horrible que hice.
¾ Eso
significa el amor, Al —me besa el hombro.
¾ ¡No! Alex, no es así. Has visto mi muñeca, fue
para hacerles daño, yo sabía que podría seguir adelante, pero no quería que
ellos lo hicieran. Fue cruel.
¾ Mon ange,
eras una niña con demasiada presión, y ellos son tus padres, estoy seguro que
te querrían hicieras lo que hicieses.
¾ ¿Incluso
salir con un capo? —intento cambiar de tema; desde luego que no estoy preparada
para afrontarlo todavía.
¾ Incluso
eso —se ríe—. El amor es, en muchos momentos, perdonar a pesar de todo, a pesar
de estar en contra de ti mismo por el bien del otro.
¾ Por
favor, recuerda eso —prácticamente le suplico.
Eso es todo lo que importa, que tenga en cuenta mi
sinceridad, aunque sólo sea en momentos puntuales o en la mitad de lo que le
digo; al menos lo he intentado.
No sé si la reconciliación que tenemos, por llamarlo así, es
la mejor o peor. Es cierto que me he quitado un peso de encima, he explicado uno
de mis muchos problemas, aunque sea brevemente, y sé que me apoya, pero ¿de qué
me sirve? Tan sólo unas horas y pasará de eso al odio, así que quizá es por eso
por lo que lo disfruto aún más. Me aferro con más fuerza que nunca, le beso
todo lo que puedo, no hay un sólo momento en el que no estemos abrazados,
fundidos en el otro.
Recorre mi cuerpo a besos, deteniéndose en el vientre.
Intento con toda mis fuerzas ocultar lo que pienso, lo que estoy sintiendo
ahora mismo. Necesito que pare, por mi propia salud mental, no puedo soportar
que continúe así. Le aparto el pelo de la cara, el flequillo me roza la piel y
no puedo verle, y quiero mantener esta visión en mi memoria por todo el tiempo
que me sea posible. Antes de que pueda decir nada, me acaricia y entrelaza sus
dedos con los míos, mirándome a los ojos.
¾ Algún
día —susurra.
¾ Alex...
¾ Sé
que dijimos que no, pero a lo mejor en un tiempo, si las cosas cambian...
¾ Ven
—hago que se ponga a mi altura y me apoyo en su pecho—, no pienses en eso. Lo
que importa es el ahora, y ahora tengo hambre —consigo que se ría—. He oído de
un sitio, en Brickell Bay, que está bastante bien, Club Condominium, creo.
¾ Es
una zona muy cara, debería estarlo —murmura—. ¿Quieres ir? No es precisamente
tu estilo.
¾ Ya,
bueno, podría ser divertido cambiar.
¾ Como
prefieras —me besa.
Está bien, si antes me sentía mal, no sé cómo llamar a esto.
Es como llevar a un cordero al matadero, un dulce y guapo cordero a un frío y
con barrotes matadero. La verdad es que no me siento con ganas de hablar o
pensar, miro la hora de vez en cuando, pero apenas le presto atención. A fin de
cuentas, nosotros somos quien importamos, me da lo mismo si se enfadan por
tener que esperar, es su trabajo, y yo he tenido que aguantar cosas mucho peores
—algunas provocadas por mí misma, pero eso no viene a cuento— sin rechistar,
quizá alguna queja por no darme más balas o por ser mi equipo demasiado
entrometido, no obstante, nunca dije nada de que los informantes no aparecieran
o los testigos se rajaran en el último momento —es cierto que la mayoría de las
veces les hacía una visita personalmente de manera extraoficial, así que nunca
nadie supo nada.
El silencio muchas veces es más útil que cualquier
respuesta, puede expresar lo que las palabras no son capaces, dejar espacio
para tomar decisiones o hacer pensar a otra persona, por suerte o desgracia
últimamente he tenido mucho tiempo para ello, y creo que me ha ayudado a tener
distintos puntos de vista, aunque eso sólo ha servido para darme más dudas. Si
era posible.
Nos hemos retrasado algo más de lo que pensaba porque se le
había olvidado algo en casa y hemos tenido que volver a medio camino. No
obstante, la segunda vez que nos ponemos en marcha deja a los matones atrás y
me deja elegir el coche que quiera conducir. Reconozco que es algo raro, no
suele ir solo, y mucho menos si estamos juntos, que nos acompañan como mínimo
tres tipos armados, pero la verdad es que lo agradezco, lo hará todo mucho más
fácil. Y conducir un Jaguar nuevecito no es ningún inconveniente, podría
acostumbrarme a esto. No. No puedo. No debo. No va a ocurrir.
Gracias a que yo conduzco, ahorramos tiempo, aunque no todo
el que me gustaría; él sigue estando algo incómodo con mi manera de conducir
desde que huimos de la policía. Es comprensible, fue algo temerario, pero
sirvió para despistarles y para divertirme, que era lo importante. Llegamos
sólo diez minutos tarde, y es una pena que me dé igual. Aparco a un par de
manzanas para disfrutar del máximo tiempo posible juntos, el corazón se me
acelera con cada paso que nos acerca al edificio en el que se supone que debe
haber un par de francotiradores. Estoy segura de que no les importaría apretar
el gatillo, la policía no se ha molestado en desmentir los rumores de que mis
golpes eran porque él me maltrataba en vez de que yo me metía en líos o quienes
me pegaban eran otros que, o están en la cárcel, o Alex se ha encargado de que
no vuelvan a pisar Miami. Bueno, Miami o cualquier otro lugar, para ser
exactos. De igual manera, siguen pensando que también es un chulo, así que todo
se convierte en una extraña mezcla de gente a favor y en contra de ambos:
mientras que unos me toman como una idiota que permite todo esto, otros me
ponen en un pedestal precisamente por eso, por anteponer mi deber a mi
bienestar. No saben lo equivocados que están. Ambos.
Sin embargo, no soy la única que está nerviosa. Cuando él
habla —aunque no le presto demasiada atención, porque mi cabeza está en todo
menos en sus negocios— noto que no llega a ningún sitio, simplemente le da
vueltas al mismo asunto una y otra vez sin conclusiones; me aprieta la mano y
de vez en cuando me da un rápido abrazo. Aunque yo no puedo juzgarle, tampoco
estoy precisamente locuaz, no consigo encontrar las palabras muchas veces, y
con tal de no dejar una frase a medias prefiero el silencio, al menos no quedo
como una idiota.
Entramos finalmente en la calle tras convencer a Alex que no
quería parar antes en el parque de camino que precisamente se llama Alice. Es
como un crío emocionado, le hace ilusión que se llame igual que yo y ha
insistido bastante, pero al final me ha hecho caso. Es tierno, y me hace querer
salir corriendo de aquí y escondernos, coger el primer avión que salga, sin
importar el destino, tan sólo estar con él. Algunas personas hacen que tu risa
sea un poco más fuerte, tu sonrisa un poco más brillante y tu vida un poco
mejor. Sin embargo, no puedo hacerlo, no si quiero sobrevivir al menos unos
pocos años más. Digan lo que digan, no se puede burlar al Gobierno por mucho
tiempo, y mucho menos con nuestro historial.
El corazón me va a mil por hora, tengo miedo de que pueda
oírlo o que salga del pecho. Reconozco a algún agente encubierto por la calle,
observándonos, esperando al momento adecuado para acercarse. Siento que me falta
la respiración cuando uno pasa por detrás, pero tan sólo parecía comprobar que
va desarmado. Estúpido. Como si se pudiera saber sólo con mirarle. Inútiles.
¿De verdad voy a dejarle en manos de ellos? Si ni siquiera pueden hacer eso,
¿cómo le tratarán una vez detenido? Se dejarán guiar por sus ideas, no tendrán
en cuenta mi trabajo aclarando las cosas y le inculparán de lo que no ha hecho.
No. No pienso permitirlo. Puede que sea mi mejor alternativa, pero no la única.
Me encargaré de encontrar a los policías adecuados, con Amy a la cabeza para
que se haga verdadera justicia. Le agarro más fuerte de la mano, acelero el
paso y alzo la mirada un par de segundos, esperando que responda igual que yo,
sin hacer preguntas, pero tal y como temía, me retiene. ¡No te pares, estúpido!
Quiero gritarle, sin importar que no sea lo más adecuado, sin embargo, no me
salen las palabras. Los policías de incógnito se acercan, esta vez seguros de
lo que quieren hacer, con la mano en la cintura la mayoría y andando lentamente
para no alarmarle. No se dan cuenta que eso parece mucho más sospechoso que si
se tiraran encima de él gritando ''policía'', ''las manos donde pueda verlas''
o cualquier estupidez de esas que se suelen hacer. Me pongo delante para ocupar
su visión, y quizá tranquilizarme, aunque ahora mismo ni siquiera él podría
conseguirlo.
¾
Alice, estás temblando. ¿Qué te pasa?
—aparto la mirada a mis manos, que en efecto no puedo pararlas— Mírame.
¾
Tú también estás nervioso. Venga, dime
lo que quieras decirme ya.
¾
¿Tanto se nota? —intenta sonreír y me
acaricia la cara.
¾
No soy la única que tiembla —le pongo la
mano inestable sobre mi mejilla—. Y por favor ve al grano —le corto cuando abre
la boca.
¾
Vale, no te preocupes.
Mantiene una mano en mi cintura y mete la otra en el bolsillo
interno de su chaqueta. ¿He dicho ya que es un idiota? Prácticamente veo a los
francotiradores relamerse ante su presa, a los policías sacar las pistolas y a
los altos cargos que estén viendo esto por las cámaras que habrán colocado
aguantar la respiración igual que yo, pero por motivos diferentes.
Tremendamente distintos. De hecho es cierto que consigo ver a un policía sacar
la pistola, por lo que, seguida por un impulso, me lanzo a abrazarle y le beso
con fuerza. El mundo a mi alrededor da vueltas, no quiero creer lo que está
pasando. Sé que no se atreverán a disparar si sigo así, no con testigos —de
otra manera hubieran corrido el riesgo. ¿Por qué ha tenido que pararse? Por
suerte, me responde al beso, pero no consigue rodearme completamente la cintura.
Antes de posar la mano, una voz dolorosamente conocida le habla, o nos, no lo
sé, no consigo escucharla. De repente es como si estuviera en una burbuja, como
si lo viera todo de lejos aunque esté en medio de la acción. El dolor no
desaparece, sino que se hace mucho más intenso en cuanto nos separan a la
fuerza. No puedo, no quiero mirarle a la cara. Simplemente no soy capaz.
El jefe de la operación le aparta las manos de mí y comienza
a recitarle sus derechos, otro le empuja del pecho y un tercero le apunta a la
cabeza; todo esto antes de que coches de policía inunden la calle con
refuerzos, podamos reaccionar cualquiera de los dos y mientras otros muchos se acercan
con la pistola en alto. ¡Es un solo hombre, por Dios, no puede hacer nada! Sin
embargo, no me salen las palabras. Tengo un nudo en la garganta, no sé si por
las lágrimas o porque tampoco estoy segura de qué decir. Todo de lo que me doy
cuenta es que rápidamente aparecen más agentes que me apartan de él y me meten
en un coche, no sé bien por o para qué, pero Alex lucha con todas sus fuerzas
por impedirlo, forcejea con los que le sujetan para llegar a mí, grita mi
nombre entre el bullicio mientras le colocan las esposas, cachean y detienen.
Se ha acabado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario