Después de aquello, digamos que he sido
invitada a marcharme del edificio por dos tipos de seguridad que fácilmente
podrían romperme la mandíbula de una simple bofetada, así que será mejor que no
oponga resistencia. De hecho, debería dar gracias a que no me han encerrado en
algún sitio bajo tierra. No ha sido una gran idea gritarle a la jefa de todo
esto, pero supongo que a veces no me puedo controlar, y juro que lo he
intentado, es sólo que esa mujer sacaría de quicio a cualquiera; quería hacerme
tropezar desde que he entrado en su despacho y lo ha conseguido.
¿Qué voy a hacer ahora? Con ella en
contra ya no puedo posponerlo más, está claro que era un ultimátum mucho más
serio de lo que me imaginé, preferiría que me hubieran echado, así al menos
podría decidir por mí misma qué hacer. Lo que está claro es que la Agencia
quiere deshacerse de mí, al menos durante algún tiempo, y más me vale callar y
obedecer si no quiero que sea permanente y esto acabe en una caza de brujas.
Tanto para Alex como para mí.
Sin embargo, todavía tengo tiempo
hasta que terminen de ultimar los detalles de su plan para yo elaborar el mío
propio, será complicado actuar a espaldas, pero no imposible. No. No voy a
hacerlo a sus espaldas, sino a la cara, quiero que vean que soy capaz de
llevarlo a cabo sola, aunque quizá no acabe bien. Tengo que encontrar a las
personas adecuadas que se atrevan a desafiarles, seguro que presentando mis
pruebas y un plan razonable que no implique mi muerte o secuestro, junto con
algo de persuasión con ayuda de Amy, podré reunir a un buen equipo para
convencer a la CIA de que mi idea es mucho mejor. Con tan poco tiempo no podré
terminar con los capos que amenazan a Alex mediante una investigación a fondo,
no obstante, con los micros que espero mi compañera me consiga, puedo reunir
pruebas suficientes para poder presentar cargos.
Me sorprende la frialdad con la que
estoy llevándolo, sin embargo, no tengo otro remedio. O actúo rápido o estoy
muerta, tanto Du'Fromagge como Sanders; ambas tienen los días contados, sólo
intento alargarlos lo máximo posible. Y tengo por segura una cosa: no voy a
renunciar a ayudar a Alexander tan fácilmente, pienso luchar por que se haga
verdadera justicia y no le acusen vagamente de lo que sea más rápido. Cada
quien elige los labios que quiere besar, los ojos que quiere mirar, el corazón
que quiere cuidar y a la persona que quiere alegrar, y ya que en su momento no
me dieron esa opción, pienso tomarla por mí misma.
Paseo por la zona intentando pensar en
una manera de hacerlo todo lo más velozmente posible, con las menores
complicaciones y por supuesto sin sospechas. Dudo que sea siquiera posible,
aunque no tengo otra salida. Primero tengo que arreglar las cosas desde aquí, y
después conseguir una manera de volver a Nueva York; desde luego que no me
esperaba que me dejaran tirada en medio de la nada. Encuentro una cafetería y
pregunto la mejor manera de llegar al aeropuerto cuando pido un café irlandés.
No hay mejor mezcla para despertarse que café y whiskey. Por suerte cogí la
tarjeta de crédito de emergencias que me proporcionó la Agencia, y no encuentro
un motivo mejor para usarla. A demás, consigo que un tipo me deje usar su
teléfono móvil a cambio de pagarle la porquería que estaba engullendo; el mío
está intervenido y no creo que sea buena idea conspirar con ellos escuchando.
Marco el número de memoria y contesta.
¾ Amy,
tengo poco tiempo, así que calla y escucha. Estoy en Langley, tenía una reunión
con la jefa de no sé qué, pero me han echado. Van a matar a Du'fromagge para
que Moore se entregue y pienso evitarlo, pero no sé cómo.
¾ Espera,
¿es en serio?
¾ Te
he dicho que tengo poco tiempo, le he pedido el móvil a un tipo. Voy a estar
unos días sin contactar con nadie para pensar las cosas y espero que él venga
conmigo, así que su casa estará bastante libre de seguridad.
¾ Explícate,
Alice.
¾ Necesito
acabar el caso antes que ellos, y no puedo hacerlo sola si también me tengo que
esconder para que no me secuestren.
¾ ¿Crees
que lo harían sin avisar?
¾ La
duda ofende. Vale, voy a dibujarte cómo llegar al dormitorio de Alex para que
le eches un vistazo. No sé si la pistola seguirá ahí; cada segundo cuenta.
¾ ¿Y
se puede saber cómo voy a entrar?
¾ No
lo sé, aún estoy en ello. Quizá su firma te es útil —dudo.
¾ A
lo mejor —responde, pensativa—. Todavía no tengo la orden para los micros, pero
intentaré conseguirla cuanto antes. ¿Hasta cuándo tengo?
¾ Tampoco
lo sé. Es una locura, soy consciente, pero te necesito. Tengo miedo de lo que
puedan hacerme con tal de conseguir meter a Alex entre rejas.
¾ Está
bien, tranquila, yo me ocuparé de todo. ¿Qué hago si consigo la pistola?
¾ Averigua
todo lo que puedas. Cuando vuelva a Miami trazaremos un plan para hacerlo en
una semana, como mucho. No puedo evitarlos por más tiempo si de verdad quieren cogerme.
¾ Siento
aguarte la fiesta, pero si quieren localizarte lo harán de todos modos.
¾ Ahí
entras tú. Piensa un plan viable y preséntaselo, no pienses en mí, yo me
encargaré de mantener a Moore lejos. Si tu plan es mejor que el suyo, lo
aceptarán, o si se manchan menos las manos —y así ella ganará puntos para un
posible ascenso—. Te lo enviaré a la comisaría cuanto antes.
¾ Ten
cuidado.
La verdad es que me da igual lo que
piensen de mí, mucho más después de lo de hoy. Haga lo que haga sé que no le va
a gustar a los de arriba, no con lo que estará diciendo la tal Meghan de lo que
he hecho y dicho, que seguro que adereza las palabras con algo de maldad para
hacerme ver incluso peor. No es que fuera mi sueño ascender en la Agencia, pero
tampoco vendría mal algo de confianza extra en mí. Aunque si lo pienso, dudo
haberla conseguido de cualquier manera, con echar un vistazo a lo que he hecho
en esta misión sería suficiente para suspenderme como mínimo; se supone que
siendo policía tengo que respetar la ley en todo lo que me sea posible teniendo
en cuenta las características de mi misión, pero yo no he tenido ningún reparo
en delinquir por donde pisaba, no precisamente con hurtos, por no mencionar
ayudar a un sospechoso para no añadir cargos a su lista. Si le hubieran cogido
en la playa, el caso podría haberse cerrado. No estoy segura de que mi
inmunidad cubra todo eso, aunque por el momento nadie lo niega, pues todo lo
que he recibido ha sido una llamada de atención. Algo me dice que va a cambiar
dentro de nada. Ha sido contundente, eso sí, pero a fin de cuentas no piensa
usarlo en mi contra si obedezco con la cabeza gacha y la boca cerrada. No
obstante, para variar, no pienso hacerlo. En verdad no sé por qué exactamente,
sería lo mejor para mí, pero hay algo que me lo impide, llámalo temeridad,
estupidez o un sentido extraño de la justicia, la cuestión es que no paro de
meterme en líos de los que me será muy difícil salir. Espero que esta vez sea
diferente y salga tal y como lo he pensado, como Amy lo planee; siendo ella no
creo que signifique ponerme en demasiado riesgo, quizá el justo para que todo
vaya bien y sea creíble.
Lo que tengo que hacer ahora es
desaparecer, al menos hasta saber si van completamente en serio sobre lo del
secuestro. Visto lo visto, dudo que me lo pregunten siquiera. Supongo que para
que todo sea ''más realista'' optarán por no avisar, así si estoy con Alex
cuando suceda —lo que veo más factible, esperar a que estemos sin guardias—, no
cabrá duda de que tengo miedo, porque será verdad. Qué triste que tenga más
miedo de las fuerzas del orden antes que de un traficante.
Aunque, si lo pienso, lo que menos me
provoca Alex cuando estamos juntos es miedo. Quizá cuando amenaza a alguien,
pero sé que no me haría daño de todas formas.
Así que todo lo que me queda hacer es
irme, preferiblemente con él, lo más lejos que sea posible y prudente a la vez;
no puedo irme de vacaciones a Hawái sin levantar sospechas —por mucho que
quiera—. Salgo de la cafetería sin que el tipo al que he cogido el móvil me vea,
no me vendrá mal tenerlo a mano y le he hecho un favor, así su mujer no
descubre que la ha estado engañando con una tal 'Shelby' —por desgracia he
recibido un par de mensajes...interesantes en lo que me decidía a qué hacer—.
Un taxi me lleva al aeropuerto y cojo el primer avión que sale al JFK, por
supuesto todo a cargo de la mágica tarjeta de la CIA. Lo único bueno que he
sacado en claro es que van a tapar mi estropicio, tanto en el almacén como en
Miami, por lo que se podría decir que he aprovechado el día, dejando aparte que
he tirado por la borda mi futuro profesional, pero para eso también se necesita
esfuerzo, así que lo doy por válido.
Ante la duda si Alex me acompañará o
no, decido darle algo de tiempo y paso por un restaurante de comida rápida para
comer algo antes de ponerme en marcha. Puede que esté cansada y que necesite
dormir para conducir bien, ya que es un viaje largo y no me apetece volver a
comer comida de cafetería grasienta; a saber qué lleva. Normalmente me gusta la
comida basura, pero todo tiene un límite, simplemente me he hartado.
No puedo sorprenderme más cuando,
volviendo al hotel andando, me encuentro a mi querido mafioso apoyado al lado
de la puerta con dos maletas a los pies y un cigarro encendido en la mano. Un
cigarro. ¿Qué hace fumando?
Lo peor no es eso, sino que a pesar de
todo, él se ve tremendamente atractivo, como un antiguo gánster de los
cincuenta, misterioso y expectante a la par que tranquilo. Mientras que yo
llevo una bolsa de papel con un refresco barato. No puedo ser más oportuna. En
cuanto me ve, baja la mano del cigarro e intenta ocultarla.
¾ No
has perdido el tiempo —señala la bolsa; no pasa desapercibido que es lo primero
que hablamos desde que discutimos.
¾ Tú
tampoco. ¿Desde cuándo fumas? —frunzo el ceño.
¾ Desde
hace un rato. Tenía que encontrar una excusa para estar aquí durante horas y
que no me miraran como un loco.
¾ Hubiera
funcionado si no siguiera entero —se lo quito de la mano antes de que lo tire;
hay cierta gracia en la imagen de verle todo el día con un cigarro encendido
sin mirarlo siquiera.
¾ O
si hubieras venido antes.
¾ Te
dije que no sabía cuánto tardaría —no tiene ni idea de lo que me está costando
no dar una calada; lo apago contra la pared y lo guardo en el bolsillo de la
chaqueta—. ¿Eso es que vienes? —miro las maletas.
¾ Sí
—dice soltando aire, sé que le cuesta renunciar a todo, aunque sea sólo por
unos días.
¾ Entonces,
¿puedo saber por qué no me has besado ya?
Dejo que se me escape una sonrisa y él
me responde con otra antes de abrazarme y pedirme disculpas por lo de ayer. Fue
culpa de los dos, yo me enfado demasiado rápido y él tiene que aprender a ceder
y confiar de vez en cuando, por lo que no hay nada que perdonar. Recojo las
llaves del coche y permito que Alex pague la fianza —sé que le están
controlando las cuentas bancarias, igual que a mí, por eso ya he pensado en
librarnos del coche cuanto antes— antes de ponernos en marcha. Por suerte no es
demasiado dinero, y si por ''cierta casualidad'' el coche aparece abandonado
dentro de los límites de la ciudad, no habrá coste extra. Algo bueno tenía que
haber en los hoteles de lujo. Aprovecho que la tarjeta de la Agencia aún sigue
activa y saco todo el dinero en efectivo que permite en dos cajeros distintos
después de mandar a mi acompañante a comprar refrescos con cafeína y comida a
un supermercado cercano. Palpo el cigarro del bolsillo constantemente hasta que
al fin decido pedir fuego y fumármelo, quizá sea el último que fume en meses,
así que más me vale disfrutarlo mientras pienso en qué coche podría coger y
dónde. Desde luego no en el centro, tampoco es que el Upper East Side tenga
coches que pasen fácilmente desapercibidos, aunque las denuncias por robo aquí
son bastante escasas, seguramente pensarán que su hijo ha cogido el coche para
hacer de las suyas. No obstante, hay otro lugar en que las denuncias son
ínfimas, aunque por otro motivo completamente distinto: mi amado y temido
Harlem. Reconozco que llego a fantasear con quitarle el coche a mi padre, y si
la cabaña hubiera tenido vecinos cerca lo hubiera hecho —mato dos pájaros de un
tiro: le molesto a él y los vecinos no sospecharían—, pero finalmente opto por
otra opción no menos satisfactoria y mucho más fácil: el del padre de Beth.
Pensarán que se lo ha quitado algún camello por no pagar sus deudas, y de todas
formas tampoco lo usan porque se encuentran demasiado colocados o borrachos
para atinar con la llave, y aunque pudieran, dudo que lograran pensar en un
lugar a dónde ir. Es duro pensarlo, su madre no era una mala mujer, pero se ha
dejado llevar por aquel hombre asqueroso y ha tirado su vida por el retrete.
Pobre Beth. Al menos tiene a Hood para cuidar de ella, y espero que Patrick
entre en razón y se digne a visitarla, o si no tendré que hacerlo yo; además de
obligarle.
Con el destino ya fijado, Alex cruza
la carretera y tiro el cigarro al suelo, tragándome el humo —me quedaba sólo la
última calada— cuando se acerca.
¾ ¿Tú
me reprochas que fume y luego lo haces? —mete las bolsas en el asiento trasero,
hablando sin mirarme.
¾ ¿Qué
dices?
¾ Te
he visto antes guardarte el cigarro y ahora lo estabas usando. ¿Desde cuándo?
—es inútil que lo niegue, ya lo sabe; un secreto tan bien guardado y en dos
días ya lo saben dos personas. Idiota.
¾ Siempre.
Lo dejé antes de conocerte, pero acabé volviendo. ¿Estás enfadado? —nos metemos
en el coche.
¾ No.
Me hubiera gustado que me lo dijeras, eso sí. Debería haberme dado cuenta
antes.
¾ No
lo hago siempre, sólo de vez en cuando. Llevaba quizá... —hago cálculos mentales—
dos meses sin nada, y cuando lo hago es uno o dos. Para aliviarme el estrés, ya
sabes.
¾ Nunca
he fumado, así que no, no sé, pero la próxima vez que te sientas así me hablas,
no te metes esa mierda en los pulmones. Sabes que me tienes para lo que quieras.
¾ Te
quiero —se deja besar con cara de asco.
¾ Si
no fueras tú me hubiera apartado.
¾ Me
lo temía.
Suelto una leve carcajada y arranco el
coche, camino a mi antiguo barrio. Él se deja llevar sin protestas, no
obstante, cuando entramos en la zona y comienza a ver los graffitis de bandas,
me mira preocupado a pesar de que mi gesto continúe gélido. No puedo mostrar la
mínima debilidad, no aquí, no en un nido de tiburones. Alex no sabe nada de
esto, y esta vez tendrá que confiar en mí ciegamente, por mucho que me pregunte
qué hacemos aquí si se suponía que íbamos a un lugar tranquilo y alejado. Pobre
diablo, no sabe dónde le estoy metiendo. Puede que haya estado en tiroteos,
pero esto es completamente distinto, no saber a quién te vas a encontrar al
cruzar la esquina, si amigo o enemigo, y pobre del que se encuentre con el
segundo y le pille de improviso, pues hoy en día se puede dar por muerto, o
como mínimo por apaleado.
No me esperaba que reconociese el
barrio, sin embargo, me pregunta si vamos a encontrarnos con Beth, claramente
consciente de dónde estamos. O en parte.
«Algo así» es todo lo que sale de mis
labios antes de aparcar al final de la calle que me interesa, paralela a la de
mis padres y pidiendo a lo que sea que haya por encima de nosotros que no
salgan de casa ahora mismo. Saco de la maleta una camiseta de tirantes con la
espalda baja y unos pantalones anchos junto a una chaqueta igual —sabía que
sería buena idea traerlos por si acaso los necesitaba— y me cambio en el coche
antes de recogerme el pelo en una coleta, dejando el tatuaje al descubierto.
Puede que me traiga problemas, puede que no, todo depende de quién controle
ahora esta zona. Espero que The Wolves, o de verdad será un asunto serio, pues
no quiero sacar la pistola con Alex delante. Él no tiene nada que se adecúe a
la zona —tampoco me esperaba otra cosa—, así que le indico que no se separe de
mí más de medio metro y se quite la corbata y el reloj. Asiente, confuso pero
obediente, y se lo agradezco con un ligero beso. Puede ver que sé moverme con
soltura, mientras que él es un cordero en la cueva de los lobos. Ojalá sea así,
por nuestro bien. Igualmente, no es lugar en el que hacer preguntas, por lo que
no protesta ni una vez y adopta una expresión fría, decidida, como si de verdad
supiera lo que estamos haciendo.
No parece haber movimiento en la casa,
pero la puerta está entreabierta y siento cómo mi corazón se acelera a medida
que nos acercamos. ¿Y si es verdad que hay un camello? ¿Y si estoy
interfiriendo en un ajuste de cuentas? Alex nota mi duda y me coge de la mano,
sin embargo, no hace sino ponerme más nerviosa, podría sobrellevarlo si fuera
sola, no obstante, con él aquí, todo será más difícil. ¿Por qué no habré cogido
un coche cualquiera? Puede que en el futuro hubiera sido peor, pero ahora ya
estaría de camino lejos de este lugar, y a saber qué ocurre en adelante, si la
denuncia llegaría a nombre de una Du'Fromagge muerta o una Sanders exiliada.
Me freno en seco
cuando se abre una ventana y, teniendo en cuenta que son corredizas, es
imposible que haya sido el viento. Podría robar el coche de todas formas,
aunque el resultado sería una chapuza: un puente funcionaría hasta que llegáramos
o quedarnos sin gasolina, y a la vuelta no podríamos usarlo, lo que conllevaría
otro robo y más problemas. No, de ninguna manera. Si empiezo algo lo termino. Y
no voy a ponerle en peligro.
¾ Alex,
ve al coche.
¾ No
sin ti. ¿Qué hacemos aquí? ¿Así? —me señala.
¾ Uno:
tenemos que cambiar de coche, después de salir en las noticias no voy a
arriesgarme a que nos sigan; y dos: no llamar la atención, esto es Harlem.
¾ ¿Y
por qué aquí? ¿Por qué ese? —se desespera porque no entiende nada.
¾ Porque
es lo mejor —no pienso dar más explicaciones—. Pensaba que no había nadie en
casa, pero ahora tengo que comprobarlo.
¾ No
eres una heroína, Alice, no tienes por qué ayudar a todo el mundo —habla en
tono condescendiente.
¾ A
estos sí. Dame la pistola —tiendo la mano.
¾ No
sé...
¾ Te
la he visto antes —interrumpo—. Confía en mí, por favor —finalmente cede y me
entrega el arma que se saca de la parte trasera del pantalón—. Gracias. Coge
las cosas del coche para irnos cuanto antes.
¾ Espérame
aquí —me agarra de la muñeca con fuerza.
Asiento con la cabeza para que se
aleje, pero en cuanto está a unos pasos de distancia salgo corriendo
ligeramente agachada en dirección a la casa, tal y como enseñan en la policía.
No puedo evitarlo, llevo demasiado tiempo haciéndolo y lo he tomado por
costumbre tanto como la temeridad o la postura a la hora de asaltar una casa,
con la pistola por delante, cuerpo en tensión y sentidos alerta.
Abro lo suficiente la puerta para
mirar dentro y aseguro el salón antes de continuar con el resto. Tengo que
llevarme la mano a la nariz para amortiguar el olor ácido de la comida en
putrefacción. O al menos espero que sea de eso. El salón tiene ropa tirada por
el suelo, comida e incluso alguna jeringuilla. No es que antes fuera un cuento
de hadas, pero desde luego que no se podría decir jamás que acabaría así,
supongo que son los efectos de la droga. Eso y perder a tus hijos; ahora
comprendo a Beth y sus ganas de escapar, yo hubiera hecho lo mismo.
Piso con cuidado de no caerme, me
parece que lo más peligroso de la casa es tocar el suelo. Una vez asegurada
también la cocina, sólo me queda el pasillo, así que me aproximo con cautela,
escuchando con atención cualquier ruido, consciente de que si hay alguien, me
habrá oído entrar. Empujo suavemente la única puerta abierta del pasillo,
apuntando al espacio que me permite ver, no obstante, no llego más allá. La puerta
me golpea en la cara y alguien sale, dispuesto a continuar el trabajo. Tengo
que sobreponerme al dolor de la nariz —bastante fuerte, por cierto— para
defenderme con un rápido movimiento, consciente de que un disparo, aunque
accidental, no haría sino complicar las cosas. Ataco al agresor con la culata
de la pistola directa a su mandíbula, aprovechando que trastabilla para hacer
una simple llave con los brazos alrededor del cuello con él de rodillas. Noto
el labio húmedo y un sabor férreo en la boca, por no decir el dolor palpitante
que empeora por momentos, aunque por suerte no hay nada roto.
¾ ¿Quién
eres? —gruño, forcejeando para no dejarle escapar.
¾ ¿Alice?
—susurra, y por desgracia reconozco su voz.
No se me puede culpar de no saber
quién era, ha sido él quien me ha atacado primero y técnicamente no es
allanamiento si la puerta estaba abierta. De hecho, espero que el golpe le
duela y deje marca, porque desde luego que la mía lo va a hacer.
Le suelto y se queda mirándome
perplejo, no menos que yo, y me limpio la sangre de la nariz con la mano cuando
me habla, la verdad es que no tengo ganas de estar siquiera en la misma
habitación que él, si ya era difícil afrontar esto esquivando a la gente, así
me será imposible.
¾ ¿Qué
coño haces aquí? —tiene la voz irregular.
¾ ¿Y
tú?
¾ Es
mi casa —buen punto.
¾ He
visto que la puerta estaba abierta y...
¾ Llevas
sin hablarme meses, sin saber si estás viva...
¾ Patrick,
de verdad que no estoy de humor para tus dramas —pruebo a abrir el cajón donde antaño
escondían las llaves del coche—. Bingo.
Miro de reojo por la ventana y Alex
está a punto de entrar. Lo que me faltaba. Abro una ventana y, tapándome la
cara, le lanzo las llaves para detenerle. No puedo permitir que me vea con
sangre, y menos a PJ, sería una situación de lo más incómoda, y estoy segura de
que muchos secretos saldrían a la luz. Demasiados.
¾ Ve
arrancando, ahora voy —obedece mirándome de reojo.
¾ ¿Qué
estás haciendo? Ese es el coche de...
¾ Como
si te importara. Mira, Pat, lo necesito urgentemente, y de todas formas no lo
van a usar.
¾ ¿Por
qué te fuiste sin decir nada?
¾ Trabajo.
Y no puedo hablar más, pero te prometo que cuando termine intentaré ponerme en
contacto.
¾ Sí,
claro. Llegas un año tarde. Estoy cansado de esperarte, de aguantar que estés
con cualquiera y de que no me tomes nunca en consideración. Y para colmo,
apareces en mi casa para robarle el coche a mi madre.
¾ En
verdad es de tu padrastro, y nunca te pedí que lo hicieras, eras tú quien se
empeñaba en que podríamos ser algo. Te quiero, pero eres mi amigo y nada va a
cambiarlo, por mucho que te odie a ratos.
¾ ¿Y
también me vas a decir que ese tipo es del trabajo?
¾ Exacto.
¾ Te
ha cogido de la mano.
¾ No
te voy a dar explicaciones —le sonrío irónicamente—. Si quieres denunciarme,
adelante. No sería la primera vez que nos vemos en un juzgado.
Me voy a la cocina para lavarme las
manos y la cara manchadas de sangre y me palpo la nariz con cuidado. Puede que
no esté rota, pero duele como si lo estuviera. Espero que Alex se crea que me
he chocado con una puerta, a fin de cuentas tiene cierta verdad.
Me coge del brazo y me da la vuelta,
manteniendo sus ojos oscuros en los míos, con una mirada dolida y dubitativa,
con rastros de juventud en toda esa amargura. Le afecta estar aquí, lo sé,
siempre lo ha evitado, y ahora, por una vez que viene, me ataca, sabiendo lo
que sigue sintiendo por mí. Ojalá se digne a pasar tiempo con su hermana,
podrían aprender mucho el uno del otro y, quién sabe, quizá ser la luz para
salir de esa espiral de rencor. Han pasado por cosas muy parecidas y son quienes
de verdad se van a entender, no yo, quien salió de aquello lo suficientemente
pronto como para salvarme la vida.
Con suavidad, me acaricia la nariz
golpeada y hace una mueca de disgusto, enfadado consigo mismo. Sé lo que está
pensando, ahora su cabeza es un frenesí de autocompasión, odio a sí mismo por
lo que ha hecho ahora y en el pasado, y miles de preguntas sobre mí, sobre
nosotros. No obstante, no dice nada, se mantiene callado, concentrado en la
caricia, mientras yo le miro a los ojos, esperando que diga algo que rompa la
burbuja en la que estamos. El tiempo se ha detenido, aunque de alguna manera no
es igual que antes, es cierto que echaba de menos a un Patrick más calmado,
menos a la defensiva, como era cuando estábamos en la banda, no obstante, eso
es imposible, ambos hemos crecido y madurado, y por desgracia lo hemos hecho
por caminos distintos. No me hubiera desagradado haberlo hecho juntos, llegar
incluso a salir y tener algo más, de hecho si no hubiera conocido a Alexander
estoy segura de que hubiera pasado, y veo en sus ojos que está pensando lo
mismo, o al menos algo parecido, así que no me sorprende que se acerque para
darme un lento beso. Y tampoco que yo le corresponda.
Sus labios son ácidos de una manera
embriagadora, provocan un cosquilleo por mi boca que hace que quiera probar
más, no obstante, se trata de mera curiosidad, no hay nada que no debiera estar
ahí, ningún sentimiento especial. Me hace recordar cuando las cosas eran más
sencillas, cuando lo único que importaba era que no nos echaran del instituto o
que no nos vieran volver a casa como una cuba apestando a alcohol. Ahora no es
el hombre que tantos dolores de cabeza me ha dado durante estos años, sino el
joven que se metía conmigo por ser la pequeña del grupo, quien me enseñó a usar
la navaja demasiado bien, el que me ha salvado tantas veces...
Cuando quiero darme cuenta, me ha
apretado contra sí y yo estoy agarrada a su camiseta, que la he manchado con la
mano de lavarme la cara antes. Me gustaría decir que no sé lo que ha pasado,
que estoy confusa y otras cosas que se suelen decir en estas situaciones: en
las que tu novio te está esperando a veinte metros de distancia y te besas con
otro, pero no puedo. Sabía exactamente lo que hacía, y no me arrepiento. No
suena bien, vale, aunque he de decir que ha sido una especie de experimento.
Eso tampoco lo mejora. Patrick siempre ha sido parte de mi vida, para bien o
para mal, y quería saber si en el fondo seguía sintiendo algo por él, o si lo
de Alex es completamente verdadero, y he comprobado que mi viejo amigo es sólo
eso, un amigo. No se me ha acelerado el corazón, ni he tenido ganas de seguir
por mucho tiempo, ni querer estar más cerca o cualquier otra cosa que siento
cuando estoy con Alex. Ha sido raro aunque no del todo incómodo, así que
supongo que es cierto que le amo, pero de una manera tan profunda y extraña que
no se puede comparar a nada. Es más que un amigo, desde luego, pues jamás se me
ocurriría besar a Hood con la misma intención que ahora, pero tampoco llego a
sentir nada especial que marque un antes y después. Simplemente es Patrick, y
es algo que nunca va a desaparecer.
¾ Lo
siento —dice cuando se separa.
¾ Yo
no.
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