In My
Life
Una nota. Es todo lo
que se necesita para cambiar la vida de muchas personas. La investigación está
estancada, ninguna prueba y más víctimas; los delitos menores siguen creciendo
y cada día quedamos más en ridículo, pero aunque pongamos todo nuestro empeño
en los casos que tenemos, nada se arregla.
Estamos en comisaría,
tan perdidos como el primer día o incluso más cuando el ascensor se abre,
trayendo un mensajero consigo. Este, a su vez, tan sólo un papel que debe
entregar al Detective principal. Con el ajetreo, nadie se percata de él excepto
yo, pero espero a que se acerque para advertir de su presencia. El Detective le
mira con recelo antes de coger el papel que le entrega, y nada más leerlo, le
coge del cuello y le estampa contra una pared, gritándole que quién le había
ordenado traerla, pero él, asustado, tan sólo responde que era un encargo de su
agencia y que no sabe nada, pero aun así le pone bajo custodia antes de que
nadie pueda preguntar qué ocurre.
Nadie se atreve a coger
la nota que ha alterado así al Detective, por lo que esperan a que él les
indique qué hacer. Relee la nota una y otra vez antes de gritar que se preparen
todos los policías de los que la comisaría dispone para salir cuanto antes, sin
embargo, se niegan a movilizarse sin motivos. El Detective se ve obligado a
leer la nota en voz alta, pero resulta ser una sencilla dirección, no muy lejos
de allí. Pero la particularidad que ha hecho ponerse al Detective en guardia no
es eso, sino la firma: diez gotas de sangre, una por cada víctima. Por ello,
enseña en alto el papel, provocando que la comisaría estalle en acción tras
unos segundos en los que todos toman aire, concienciándose de lo que acaban de
ver.
Los coches se llenan de
policías armados hasta los dientes, dispuestos a acabar con aquel asesino
atroz. No van a pensárselo dos veces si a alguno de ellos se le pone a tiro,
podrían alegar que estaba armado y nadie lo negaría. Ha creado mucho odio entre
la policía, especialmente por las amenazas al Detective, y eso solo se puede
solucionar de una manera. De hecho, lo está buscando, pues ¿por qué si no iba a
indicar su paradero? Lo que el resto no sabe es que la nota no tenía una simple
dirección, era y es un doble desafío: el llevarlo hasta la comisaría y la
dichosa nota al completo, incluyendo el ''Ven a buscarme'' escrito a mano en
una esquina.
El coche del Detective
va en cabeza, a una velocidad bastante peligrosa, pero el resto le siguen al
mismo ritmo por la ciudad, arriesgándose a tener un accidente o a provocarlo,
pero el asesino es incluso más importante que eso. Uno puede recuperarse de un
golpe con el coche, pero no de un asesino en serie acechando en la calle.
Sólo frenamos cuando lo
hace el primer coche, pero para nuestra sorpresa no es una casa como
esperábamos, sino un almacén abandonado en un viejo polígono industrial.
Resulta el lugar perfecto para cometer sus crímenes, no sé cómo lo hemos podido
pasar por alto. Al entrar, todos tienen que taparse la boca con la manga de la camisa, pues el
polvo que levantan al andar apenas les permite respirar; se hace aún más
visible bajo la luz blanca de las linternas, impidiendo aún más la visión. Todos
los policías se ponen aún más nerviosos, todo aquello podría ser una trampa,
seguramente lo es, pero están tan decididos a acabar con él que no razonan más
allá de lo que podrían hacer. Comienzan a llenar la estancia a pleno grito de ''
¡Policía!'', apuntando a todos lados a la vez, buscando sin cesar, con los
dedos en los gatillos, un objetivo al que disparar.
Los pasos resuenan por
la sala como bolas de hierro cayendo sobre cristal, creando eco y aumentando el
temor en los supuestamente valientes policías, pues son ellos mismos los
causantes de ese temor.
Tras unos apoteósicos
minutos, lo único que consiguen descubrir es una mesa exactamente en la mitad
del almacén, ya que a excepción de eso se encuentra absolutamente vacío, ni
siquiera existen escaleras o plataformas de la segunda planta. Los policías
comienzan a agruparse de nuevo con el Detective, una vez que la zona está
asegurada. Este se acerca a la mesa lentamente, bajo la mirada del resto
impaciente que ansía conocer sus pensamientos; aunque temen su reacción casi
tanto como temían la posible emboscada del asesino. Entonces, muy poco a poco, comienza
a girarse con una amplia sonrisa en los labios. Abre los brazos una vez que
todos pueden verle de frente y con una seca carcajada, habla:
¾ Sólo
un asesino es necesario para limpiar una ciudad —murmuro—. Aquí me tenéis —digo
antes de llevarme la pistola a la sien y apretar el gatillo.
There are places I
remember;
All my life, though some have changed; Some forever not for better; Some have gone and some remain